Separar los crudos de los cocinados o mantener una adecuada temperatura es básico para garantizar la inocuidad en el hogar
Tener al alcance alimentos seguros no es difícil ya que en la industria alimentaria pasan por estrictos controles de seguridad. No hay que temer por su inocuidad. Sin embargo, los problemas pueden aparecer en el domicilio a causa de errores en la manipulación y debido a la falta de algunos conocimientos básicos que garantizan la seguridad en la propia cocina. Aspectos como la temperatura de conservación o las formas de cocción son claves para minimizar buena parte de los riesgos alimentarios.
A temperaturas inferiores a 5ºC o superiores a 55ºC, los microorganismos tienen dificultad para crecer
Uno de los aspectos que se debe tener más en cuenta es la cocción con el horno microondas ya que, en ocasiones, el alimento se cocina de manera desigual y quedan partes más frías, donde los patógenos pueden sobrevivir. El objetivo es asegurar un calor uniforme.
La temperatura constituye otro de los factores primordiales en seguridad alimentaria, no sólo en lo que respecta a la cocción. Los patógenos se multiplican a gran velocidad a temperatura ambiente, por tanto, los alimentos cocinados no deben mantenerse más de dos horas fuera del refrigerador. Tampoco es aconsejable dejarlos durante mucho tiempo en su interior. Como máximo, se mantendrán durante tres días. Los productos listos para consumir deben permanecer a una temperatura mínima de 60ºC antes de servirse, ya que así la proliferación bacteriana se detiene de forma considerable.
Para la multiplicación de patógenos, el intervalo localizado entre los 5ºC y los 60ºC es el más crítico puesto que los microorganismos se reproducen de forma más fácil. La refrigeración ralentiza el proceso pero no la detiene por completo, así que los patógenos tienen capacidad para seguir el proceso de crecimiento. Se considera que a temperaturas inferiores a 5ºC o superiores a 55ºC se dificulta en exceso el crecimiento de los microorganismos.
Cuando un alimento contaminado entra en contacto con otro que no lo está, se origina una contaminación cruzada. También puede ocurrir que el propio manipulador contamine los alimentos por una mala higiene en la ropa o en la piel, un riesgo que se reduce con una adecuada higiene personal. Acciones tan simples como lavarse las manos o cambiarse de ropa y zapatos si están sucios, evitan una posible contaminación cruzada.
Otra posibilidad de contagio se da cuando los patógenos de los alimentos crudos pasan a los cocinados, al entrar ambos en contacto. Las carnes rojas, las aves y los pescados pueden contener microorganismos patógenos con capacidad para contaminar al resto de alimentos durante su preparación o almacenamiento. Para evitarlo, se deben lavar los diferentes utensilios utilizados, como cuchillos o maderas para cortar, y los productos deben conservarse en recipientes separados.
Cuando se realice la compra, deben separarse desde el inicio las carnes rojas, las aves y el pescado crudos del resto de alimentos. Al guardarlos en la nevera, es recomendable colocarlos debajo de los cocinados y siempre en recipientes con tapa.
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