En un contexto de agitados movimientos económicos, sociales y políticos en el que la atención mediática se centra en los “grandes temas” de la actualidad, es habitual que pasen desapercibidos debates quizá no tan llamativos pero no por ello irrelevantes: temas que parecen nimios son, en realidad, lo que verdaderamente preocupa a la gente en el día a día. La inexistencia de un debate en la sociedad acerca de la viabilidad del denominado “paradigma lineal” en el temporizador de los microondas quizás sea el mejor ejemplo de cómo un problema que afecta a decenas de millones de personas en nuestro país y muchos más en todo el mundo puede ser completamente ignorado por culpa del velo de silencio extendido por los grandes medios: sirva esta entrada como denuncia.
El problema con los sistemas de temporizado rápido de muchos microondas es ampliamente conocido entre los expertos del tema, pero la gran mayoría de la población ni siquiera se ha planteado si es la forma óptima de ajustar el temporizador del microondas fácilmente. La idea detrás del “paradigma lineal” parece sencilla y fácil de entender: “el temporizador comienza a cero, mientras que cada pulsación del botón añade 30 segundos”. No obstante, como muchas otras ideas “rápidas”, “simples” y “fáciles de programar”, comienza a presentar múltiples problemas en cuanto la analizamos en un contexto riguroso. Vamos a considerar tres magnitudes en nuestro análisis: el número de pulsaciones del botón necesarias , el error relativo definido como la diferencia entre el tiempo deseado y el tiempo seleccionable en el temporizador más cercano, expresada en porcentaje, y el error relativo máximo en cada tramo. Cuando representamos ambas magnitudes en función del tiempo de calentamiento (suponiendo que el usuario escoge, de los dos números de pulsaciones más cercanos, aquel que le proporciona el menor error relativo), el análisis se vuelve diáfano y los defectos del paradigma lineal se muestran con total claridad:
Los problemas son ahora tan obvios que a todos nos parece mentira que no los hubiéramos identificado previamente. En primer lugar, cada vez que quieres calentar algo de más de cinco minutos tienes que darle un montón de veces al botón. No es que me considere un tipo debilucho, pero seamos sinceros, al cabo de un rato empieza a cansar el click-click-click (y no hablemos del desgaste asociado de sus componentes electromécanicos) y, en un mundo en el que el tiempo es escaso y valioso, no podemos desperdiciarlo de esta forma en “darle al botón”. Francamente, a mí no me gustaría llegar al final de mis días, mirar atrás, y ver que mi vida pasaba mientras me dedicaba a hacer cosas como activar el microondas o instalar Linux.
Pero el verdadero fallo garrafal del paradigma lineal radica en la falta de precisión en los tiempos bajos. Si la temperatura óptima para la taza de leche que quiero desayunar se consigue con unos 45 segundos, sólo puedo elegir entre poner 30 segundos (y, con ello, bebérmela medio fría) o 60 segundos, con lo que o me la tomo caliente o espero a que se enfríe natural o artificalmente, con el consiguiente derroche de energía. Es más, el hecho de que la precisión sea diferente dependiendo de cuál sea el tiempo de calentamiento no tiene ningún sentido, si lo pensamos detenidamente. El principal determinante del tiempo de calentamiento no es tanto la temperatura (la gran mayoría de los alimentos que calentamos en el microondas alcanzan unas temperaturas parecidas) sino la capacidad calorífica del alimento, magnitud que depende tanto de los calores específicos de las sustancias que lo componen como de la cantidad en la que se encuentran presentes: nos guste o no, calentar una taza de colacao siempre será más rápido que calentar una lasaña precocinada recién sacada del congelador.
La consecuencia de este hecho es que en un microondas en el que la potencia se mantenga aproximadamente constante durante todo el calentamiento (y si esto no ocurre en el suyo, comience a preocuparse) y que se opere mediante el paradigma lineal, los mayores errores de temperaturas ocurrirán en los alimentos con menor capacidad calorífica y menos tiempo de calentamiento: es decir, los alimentos que consumimos más frecuentemente. La pérdida de bienestar social es inmensa. Si fuera usted a comprar unas tijeras de cocina, ¿compraría unas que se atascan con carne, pescado o verduras pero recortan cartulinas y polipropilenos con precisión de cirujano? Si fuera a jugar al fútbol, ¿compraría usted unas botas que resultaran incómodas al correr y defectuosas al chutar pero que le permitieran saltar medio milímetro más al rematar un saque de esquina?
A pesar de que todo lo mencionado son hechos y razonamientos irrefutables, basados en premisas que sólo un loco o un inconsciente podría negar, la sociedad presenta un marcado sesgo hacia el statu quo, y por ello reacciona ante cualquier crítica con las palabras mágicas: “¿qué pasa, que tú lo harías mejor?”. Pero en este caso existe claramente una alternativa con la que responder “Sí” a la dichosa cuestión y atravesar con una estocada dialéctica la armadura de conformismo del interlocutor. Se trata del paradigma exponencial, y el hecho de que usted no haya oído nunca hablar de él es otra prueba de que el sistema sabe protegerse. El principio del paradigma exponencial es simple: el error absoluto máximo de temperaturas debe de ser independiente del tiempo de cocción deseado, y ello se consigue si el error relativo máximo en el tiempo de cocción es también constante. Un ejemplo que responde a estas especificaciones es aquél en el que la primera pulsación añade 30 segundos y cada pulsación sucesiva aumenta en un 25% el tiempo de cocción. Los resultados son los siguientes:
Los resultados han mejorado sustancialmente: ahora la precisión es constante y limita a un 10% el error máximo entre lo calentado y lo deseado, y no hace falta dejarse un dedo en el botón para calentar un congelado de varios minutos. A la vista de esta mejora de la efectividad, lo que cualquier ciudadano con pensamiento crítico debería preguntarse es: ¿por qué no adoptamos estas ideas? No es por desconocimiento: aunque en público la industria del electrodoméstico trate de desacreditar los estudios que pongan en cuestión la verdad manufacturada por sus departamentos de PR, en privado sus ingenieros confiesan que las críticas son válidas y, por ello, los últimos años han observado tímidos avances al respecto: que cada pulsación añada 1 minuto en lugar de 30 segundos a partir de una determinada cantidad de tiempo y la aparición de controles adicionales en algunos modelos para ajustar con mayor precisión el tiempo son avances inspirados por las propuestas de los críticos; avances que tratan de aplicar un parche al fallido modelo lineal para salvarlo.
Sólo el silencio de los grandes medios y el peso de las viejas tradiciones, como el fetichismo por los números redondos, impiden la sustitución final del paradigma lineal por el paradigma exponencial en los nuevos microondas: un cambio real que produciría un incremento sustancial del beneficio del consumidor y una mejora comparable del bienestar social y la eficiencia económica. Se trataría de un pequeño cambio en la cantidad de segundos que ascienden al marcador, pero también de un gran avance para la Humanidad.
FUENTE: Magnetotrouble
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14 de julio de 2011
¿Por qué nunca acierto con el tiempo de calentamiento del microondas?
En un contexto de agitados movimientos económicos, sociales y políticos en el que la atención mediática se centra en los “grandes temas” de la actualidad, es habitual que pasen desapercibidos debates quizá no tan llamativos pero no por ello irrelevantes: temas que parecen nimios son, en realidad, lo que verdaderamente preocupa a la gente en el día a día. La inexistencia de un debate en la sociedad acerca de la viabilidad del denominado “paradigma lineal” en el temporizador de los microondas quizás sea el mejor ejemplo de cómo un problema que afecta a decenas de millones de personas en nuestro país y muchos más en todo el mundo puede ser completamente ignorado por culpa del velo de silencio extendido por los grandes medios: sirva esta entrada como denuncia.
El problema con los sistemas de temporizado rápido de muchos microondas es ampliamente conocido entre los expertos del tema, pero la gran mayoría de la población ni siquiera se ha planteado si es la forma óptima de ajustar el temporizador del microondas fácilmente. La idea detrás del “paradigma lineal” parece sencilla y fácil de entender: “el temporizador comienza a cero, mientras que cada pulsación del botón añade 30 segundos”. No obstante, como muchas otras ideas “rápidas”, “simples” y “fáciles de programar”, comienza a presentar múltiples problemas en cuanto la analizamos en un contexto riguroso. Vamos a considerar tres magnitudes en nuestro análisis: el número de pulsaciones del botón necesarias , el error relativo definido como la diferencia entre el tiempo deseado y el tiempo seleccionable en el temporizador más cercano, expresada en porcentaje, y el error relativo máximo en cada tramo. Cuando representamos ambas magnitudes en función del tiempo de calentamiento (suponiendo que el usuario escoge, de los dos números de pulsaciones más cercanos, aquel que le proporciona el menor error relativo), el análisis se vuelve diáfano y los defectos del paradigma lineal se muestran con total claridad:
Los problemas son ahora tan obvios que a todos nos parece mentira que no los hubiéramos identificado previamente. En primer lugar, cada vez que quieres calentar algo de más de cinco minutos tienes que darle un montón de veces al botón. No es que me considere un tipo debilucho, pero seamos sinceros, al cabo de un rato empieza a cansar el click-click-click (y no hablemos del desgaste asociado de sus componentes electromécanicos) y, en un mundo en el que el tiempo es escaso y valioso, no podemos desperdiciarlo de esta forma en “darle al botón”. Francamente, a mí no me gustaría llegar al final de mis días, mirar atrás, y ver que mi vida pasaba mientras me dedicaba a hacer cosas como activar el microondas o instalar Linux.
Pero el verdadero fallo garrafal del paradigma lineal radica en la falta de precisión en los tiempos bajos. Si la temperatura óptima para la taza de leche que quiero desayunar se consigue con unos 45 segundos, sólo puedo elegir entre poner 30 segundos (y, con ello, bebérmela medio fría) o 60 segundos, con lo que o me la tomo caliente o espero a que se enfríe natural o artificalmente, con el consiguiente derroche de energía. Es más, el hecho de que la precisión sea diferente dependiendo de cuál sea el tiempo de calentamiento no tiene ningún sentido, si lo pensamos detenidamente. El principal determinante del tiempo de calentamiento no es tanto la temperatura (la gran mayoría de los alimentos que calentamos en el microondas alcanzan unas temperaturas parecidas) sino la capacidad calorífica del alimento, magnitud que depende tanto de los calores específicos de las sustancias que lo componen como de la cantidad en la que se encuentran presentes: nos guste o no, calentar una taza de colacao siempre será más rápido que calentar una lasaña precocinada recién sacada del congelador.
La consecuencia de este hecho es que en un microondas en el que la potencia se mantenga aproximadamente constante durante todo el calentamiento (y si esto no ocurre en el suyo, comience a preocuparse) y que se opere mediante el paradigma lineal, los mayores errores de temperaturas ocurrirán en los alimentos con menor capacidad calorífica y menos tiempo de calentamiento: es decir, los alimentos que consumimos más frecuentemente. La pérdida de bienestar social es inmensa. Si fuera usted a comprar unas tijeras de cocina, ¿compraría unas que se atascan con carne, pescado o verduras pero recortan cartulinas y polipropilenos con precisión de cirujano? Si fuera a jugar al fútbol, ¿compraría usted unas botas que resultaran incómodas al correr y defectuosas al chutar pero que le permitieran saltar medio milímetro más al rematar un saque de esquina?
A pesar de que todo lo mencionado son hechos y razonamientos irrefutables, basados en premisas que sólo un loco o un inconsciente podría negar, la sociedad presenta un marcado sesgo hacia el statu quo, y por ello reacciona ante cualquier crítica con las palabras mágicas: “¿qué pasa, que tú lo harías mejor?”. Pero en este caso existe claramente una alternativa con la que responder “Sí” a la dichosa cuestión y atravesar con una estocada dialéctica la armadura de conformismo del interlocutor. Se trata del paradigma exponencial, y el hecho de que usted no haya oído nunca hablar de él es otra prueba de que el sistema sabe protegerse. El principio del paradigma exponencial es simple: el error absoluto máximo de temperaturas debe de ser independiente del tiempo de cocción deseado, y ello se consigue si el error relativo máximo en el tiempo de cocción es también constante. Un ejemplo que responde a estas especificaciones es aquél en el que la primera pulsación añade 30 segundos y cada pulsación sucesiva aumenta en un 25% el tiempo de cocción. Los resultados son los siguientes:
Los resultados han mejorado sustancialmente: ahora la precisión es constante y limita a un 10% el error máximo entre lo calentado y lo deseado, y no hace falta dejarse un dedo en el botón para calentar un congelado de varios minutos. A la vista de esta mejora de la efectividad, lo que cualquier ciudadano con pensamiento crítico debería preguntarse es: ¿por qué no adoptamos estas ideas? No es por desconocimiento: aunque en público la industria del electrodoméstico trate de desacreditar los estudios que pongan en cuestión la verdad manufacturada por sus departamentos de PR, en privado sus ingenieros confiesan que las críticas son válidas y, por ello, los últimos años han observado tímidos avances al respecto: que cada pulsación añada 1 minuto en lugar de 30 segundos a partir de una determinada cantidad de tiempo y la aparición de controles adicionales en algunos modelos para ajustar con mayor precisión el tiempo son avances inspirados por las propuestas de los críticos; avances que tratan de aplicar un parche al fallido modelo lineal para salvarlo.
Sólo el silencio de los grandes medios y el peso de las viejas tradiciones, como el fetichismo por los números redondos, impiden la sustitución final del paradigma lineal por el paradigma exponencial en los nuevos microondas: un cambio real que produciría un incremento sustancial del beneficio del consumidor y una mejora comparable del bienestar social y la eficiencia económica. Se trataría de un pequeño cambio en la cantidad de segundos que ascienden al marcador, pero también de un gran avance para la Humanidad.
FUENTE: Magnetotrouble
El problema con los sistemas de temporizado rápido de muchos microondas es ampliamente conocido entre los expertos del tema, pero la gran mayoría de la población ni siquiera se ha planteado si es la forma óptima de ajustar el temporizador del microondas fácilmente. La idea detrás del “paradigma lineal” parece sencilla y fácil de entender: “el temporizador comienza a cero, mientras que cada pulsación del botón añade 30 segundos”. No obstante, como muchas otras ideas “rápidas”, “simples” y “fáciles de programar”, comienza a presentar múltiples problemas en cuanto la analizamos en un contexto riguroso. Vamos a considerar tres magnitudes en nuestro análisis: el número de pulsaciones del botón necesarias , el error relativo definido como la diferencia entre el tiempo deseado y el tiempo seleccionable en el temporizador más cercano, expresada en porcentaje, y el error relativo máximo en cada tramo. Cuando representamos ambas magnitudes en función del tiempo de calentamiento (suponiendo que el usuario escoge, de los dos números de pulsaciones más cercanos, aquel que le proporciona el menor error relativo), el análisis se vuelve diáfano y los defectos del paradigma lineal se muestran con total claridad:
Los problemas son ahora tan obvios que a todos nos parece mentira que no los hubiéramos identificado previamente. En primer lugar, cada vez que quieres calentar algo de más de cinco minutos tienes que darle un montón de veces al botón. No es que me considere un tipo debilucho, pero seamos sinceros, al cabo de un rato empieza a cansar el click-click-click (y no hablemos del desgaste asociado de sus componentes electromécanicos) y, en un mundo en el que el tiempo es escaso y valioso, no podemos desperdiciarlo de esta forma en “darle al botón”. Francamente, a mí no me gustaría llegar al final de mis días, mirar atrás, y ver que mi vida pasaba mientras me dedicaba a hacer cosas como activar el microondas o instalar Linux.
Pero el verdadero fallo garrafal del paradigma lineal radica en la falta de precisión en los tiempos bajos. Si la temperatura óptima para la taza de leche que quiero desayunar se consigue con unos 45 segundos, sólo puedo elegir entre poner 30 segundos (y, con ello, bebérmela medio fría) o 60 segundos, con lo que o me la tomo caliente o espero a que se enfríe natural o artificalmente, con el consiguiente derroche de energía. Es más, el hecho de que la precisión sea diferente dependiendo de cuál sea el tiempo de calentamiento no tiene ningún sentido, si lo pensamos detenidamente. El principal determinante del tiempo de calentamiento no es tanto la temperatura (la gran mayoría de los alimentos que calentamos en el microondas alcanzan unas temperaturas parecidas) sino la capacidad calorífica del alimento, magnitud que depende tanto de los calores específicos de las sustancias que lo componen como de la cantidad en la que se encuentran presentes: nos guste o no, calentar una taza de colacao siempre será más rápido que calentar una lasaña precocinada recién sacada del congelador.
La consecuencia de este hecho es que en un microondas en el que la potencia se mantenga aproximadamente constante durante todo el calentamiento (y si esto no ocurre en el suyo, comience a preocuparse) y que se opere mediante el paradigma lineal, los mayores errores de temperaturas ocurrirán en los alimentos con menor capacidad calorífica y menos tiempo de calentamiento: es decir, los alimentos que consumimos más frecuentemente. La pérdida de bienestar social es inmensa. Si fuera usted a comprar unas tijeras de cocina, ¿compraría unas que se atascan con carne, pescado o verduras pero recortan cartulinas y polipropilenos con precisión de cirujano? Si fuera a jugar al fútbol, ¿compraría usted unas botas que resultaran incómodas al correr y defectuosas al chutar pero que le permitieran saltar medio milímetro más al rematar un saque de esquina?
A pesar de que todo lo mencionado son hechos y razonamientos irrefutables, basados en premisas que sólo un loco o un inconsciente podría negar, la sociedad presenta un marcado sesgo hacia el statu quo, y por ello reacciona ante cualquier crítica con las palabras mágicas: “¿qué pasa, que tú lo harías mejor?”. Pero en este caso existe claramente una alternativa con la que responder “Sí” a la dichosa cuestión y atravesar con una estocada dialéctica la armadura de conformismo del interlocutor. Se trata del paradigma exponencial, y el hecho de que usted no haya oído nunca hablar de él es otra prueba de que el sistema sabe protegerse. El principio del paradigma exponencial es simple: el error absoluto máximo de temperaturas debe de ser independiente del tiempo de cocción deseado, y ello se consigue si el error relativo máximo en el tiempo de cocción es también constante. Un ejemplo que responde a estas especificaciones es aquél en el que la primera pulsación añade 30 segundos y cada pulsación sucesiva aumenta en un 25% el tiempo de cocción. Los resultados son los siguientes:
Los resultados han mejorado sustancialmente: ahora la precisión es constante y limita a un 10% el error máximo entre lo calentado y lo deseado, y no hace falta dejarse un dedo en el botón para calentar un congelado de varios minutos. A la vista de esta mejora de la efectividad, lo que cualquier ciudadano con pensamiento crítico debería preguntarse es: ¿por qué no adoptamos estas ideas? No es por desconocimiento: aunque en público la industria del electrodoméstico trate de desacreditar los estudios que pongan en cuestión la verdad manufacturada por sus departamentos de PR, en privado sus ingenieros confiesan que las críticas son válidas y, por ello, los últimos años han observado tímidos avances al respecto: que cada pulsación añada 1 minuto en lugar de 30 segundos a partir de una determinada cantidad de tiempo y la aparición de controles adicionales en algunos modelos para ajustar con mayor precisión el tiempo son avances inspirados por las propuestas de los críticos; avances que tratan de aplicar un parche al fallido modelo lineal para salvarlo.
Sólo el silencio de los grandes medios y el peso de las viejas tradiciones, como el fetichismo por los números redondos, impiden la sustitución final del paradigma lineal por el paradigma exponencial en los nuevos microondas: un cambio real que produciría un incremento sustancial del beneficio del consumidor y una mejora comparable del bienestar social y la eficiencia económica. Se trataría de un pequeño cambio en la cantidad de segundos que ascienden al marcador, pero también de un gran avance para la Humanidad.
FUENTE: Magnetotrouble
Etiquetas:
curiosidades en la cocina,
microondas,
tecnologia alimentaria,
tiempo
1 comentario:
- victor muchogusto dijo...
-
muy interesante el texto
parece increible que temas como este se estudien tan en profundidad.
saludos y enhorabuena por el blog! - 14 julio, 2011
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1 comentario:
muy interesante el texto
parece increible que temas como este se estudien tan en profundidad.
saludos y enhorabuena por el blog!
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