9 de noviembre de 2009

Nuevos desórdenes alimentarios, muchos nombres y pocas evidencias

      La anorexia y la bulimia no son los únicos trastornos de la conducta alimentaria, aunque las nuevas patologías no cuentan con el aval de la comunidad científica.

         En los últimos años se han utilizado desde los medios de comunicación diferentes términos para definir otros desórdenes alimentarios, aún poco conocidos entre la población y sin el reconocimiento científico. Un ejemplo es la permarexia, término que identifica la obsesión de mantenerse siempre a dieta, con especial predilección por las que aparecen en las revistas o las que personalizan los famosos. También se habla de drunkorexia y ebriorexia para referirse a un desorden alimentario extendido entre los jóvenes que dejan de comer durante horas o lo hacen en pequeñas cantidades para compensar las calorías ingeridas por el consumo de bebidas. El problema es que hallar un tratamiento preciso a los nuevos trastornos alimentarios es difícil porque los médicos aún no los reconocen de forma oficial y no se estudian estos casos con detenimiento.

Trastornos alimentarios no específicos:

        Las publicaciones, blogs y páginas web que difunden nuevos vocablos dentro del léxico de los desórdenes alimentarios son diversas. Aunque no representan la denominación médica oficial, identifican comportamientos anómalos y al mismo tiempo insanos.

         La ortorexia se asocia a la preocupación excesiva e irracional de comer sólo alimentos considerados sanos y puros. La vigorexia la padece quien se obsesiona por lograr un cuerpo escultural. Se habla de geumatofobia para concretar el temor al gusto o sabores desconocidos. En niños y en adultos, en especial en mujeres embarazadas, se han documentado casos de ansia por comer sustancias no alimenticias como tiza, papel, cal, tierra, etc. Se puede entender como un comportamiento alimentario anormal el rechazo a determinados alimentos (food refuse) como medio para lograr otro alimento más apetecible o preferido. La denominada drunkorexia es una conducta insana cada vez más extendida entre las chicas jóvenes. La obsesión por estar delgada y la aceptación social del consumo de alcohol son parte del origen de este grave trastorno de la conducta alimentaria. Con el ayuno, las jóvenes tratan de compensar la suma de las 110 calorías de una cerveza, las más de 200 calorías de un combinado o las cerca de 150 calorías de una lata de refresco. Otro concepto en auge es la manorexia, palabra con la que se señala la anorexia nerviosa en varones
          También es nuevo el vocablo diabulimia, un problema creciente entre jóvenes diabéticas que se valen de la disciplina alimentaria que exige su enfermedad para tratar de perder el máximo peso. El problema surge cuando se reducen las dosis de insulina con el fin de bajar de peso de manera intencionada. Esto sucede porque el organismo, debido a la falta de insulina, no puede aprovechar y metabolizar todos los azúcares, el aporte energético es menor y, en consecuencia, se pierde peso. Los desórdenes alimentarios son muy peligrosos si se suman a una enfermedad crónica como es la diabetes. A la larga, el exceso de azúcares daña los vasos sanguíneos que irrigan los nervios provocando neuropatías. Si el daño se produce en los vasos sanguíneos de la retina se puede sufrir retinopatía diabética, que afecta a la visión.
           El término pregorexia apareció hace algunos años para describir el comportamiento de las mujeres embarazadas que reducían las calorías y hacían más ejercicio en un esfuerzo por controlar el aumento de peso propio de la gestación. La revista oficial American Dietetic Association (JADA) publicó en junio de 2009 un análisis con el fin de desvelar si este término nacía como fruto de una invención por parte de los medios de comunicación o de una preocupación popular real. Según el estudio, los expertos entrevistados no creían que fuera una preocupación creciente en Estados Unidos, aunque no negaban la inquietud de muchas mujeres por su aumento de peso y su imagen corporal durante el embarazo. Sugerían también que los rumores sobre la pregorexia podían ser una vía para los profesionales de la salud hacia un mejor asesoramiento dietético a las mujeres embarazadas, con información más clara sobre las necesidades energéticas, el aumento de peso, las elecciones alimentarias más saludables, y la insistencia de que lograr un peso saludable antes y durante el embarazo es apropiado para reducir al mínimo las complicaciones para la madre y el niño.
         Otro trastorno sin dilucidar es el denominado síndrome del comedor nocturno (night eating syndrome). Las personas que lo sufren coinciden en una serie de conductas: inapetencia durante la mañana, apenas comen en la primera mitad del día, y fuerte apetito en la segunda parte de la jornada. Esto les conduce a comer demasiado en la cena y en el transcurso de la noche. A estos síntomas se suman otros como el insomnio y los frecuentes despertares nocturnos, acompañados por la sensación de tener mucha hambre y la necesidad irrefrenable de comer. Así se consolida el círculo vicioso.
        A diferencia de la bulimia o del trastorno por atracón, en este caso la ingesta de alimentos, aunque se hace en repetidas ocasiones durante toda la noche, consiste en pequeños tentempiés, más que en un atracón o una comilona. Primero unos biscotes con quesito, después unas galletas, luego un vaso de leche, más tarde un trozo de chocolate... La suma de los distintos aperitivos, según han constatado diversos estudios, puede suponer 600 cal diarias de más. Cerca de la mitad de los pacientes diagnosticados con este síndrome registraban un peso normal antes de sufrir este desorden alimentario, lo que induce a pensar que este trastorno condiciona y/o favorece la aparición de la obesidad. De hecho, se observa en un elevado porcentaje de personas obesas.

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9 de noviembre de 2009

Nuevos desórdenes alimentarios, muchos nombres y pocas evidencias

      La anorexia y la bulimia no son los únicos trastornos de la conducta alimentaria, aunque las nuevas patologías no cuentan con el aval de la comunidad científica.

         En los últimos años se han utilizado desde los medios de comunicación diferentes términos para definir otros desórdenes alimentarios, aún poco conocidos entre la población y sin el reconocimiento científico. Un ejemplo es la permarexia, término que identifica la obsesión de mantenerse siempre a dieta, con especial predilección por las que aparecen en las revistas o las que personalizan los famosos. También se habla de drunkorexia y ebriorexia para referirse a un desorden alimentario extendido entre los jóvenes que dejan de comer durante horas o lo hacen en pequeñas cantidades para compensar las calorías ingeridas por el consumo de bebidas. El problema es que hallar un tratamiento preciso a los nuevos trastornos alimentarios es difícil porque los médicos aún no los reconocen de forma oficial y no se estudian estos casos con detenimiento.

Trastornos alimentarios no específicos:

        Las publicaciones, blogs y páginas web que difunden nuevos vocablos dentro del léxico de los desórdenes alimentarios son diversas. Aunque no representan la denominación médica oficial, identifican comportamientos anómalos y al mismo tiempo insanos.

         La ortorexia se asocia a la preocupación excesiva e irracional de comer sólo alimentos considerados sanos y puros. La vigorexia la padece quien se obsesiona por lograr un cuerpo escultural. Se habla de geumatofobia para concretar el temor al gusto o sabores desconocidos. En niños y en adultos, en especial en mujeres embarazadas, se han documentado casos de ansia por comer sustancias no alimenticias como tiza, papel, cal, tierra, etc. Se puede entender como un comportamiento alimentario anormal el rechazo a determinados alimentos (food refuse) como medio para lograr otro alimento más apetecible o preferido. La denominada drunkorexia es una conducta insana cada vez más extendida entre las chicas jóvenes. La obsesión por estar delgada y la aceptación social del consumo de alcohol son parte del origen de este grave trastorno de la conducta alimentaria. Con el ayuno, las jóvenes tratan de compensar la suma de las 110 calorías de una cerveza, las más de 200 calorías de un combinado o las cerca de 150 calorías de una lata de refresco. Otro concepto en auge es la manorexia, palabra con la que se señala la anorexia nerviosa en varones
          También es nuevo el vocablo diabulimia, un problema creciente entre jóvenes diabéticas que se valen de la disciplina alimentaria que exige su enfermedad para tratar de perder el máximo peso. El problema surge cuando se reducen las dosis de insulina con el fin de bajar de peso de manera intencionada. Esto sucede porque el organismo, debido a la falta de insulina, no puede aprovechar y metabolizar todos los azúcares, el aporte energético es menor y, en consecuencia, se pierde peso. Los desórdenes alimentarios son muy peligrosos si se suman a una enfermedad crónica como es la diabetes. A la larga, el exceso de azúcares daña los vasos sanguíneos que irrigan los nervios provocando neuropatías. Si el daño se produce en los vasos sanguíneos de la retina se puede sufrir retinopatía diabética, que afecta a la visión.
           El término pregorexia apareció hace algunos años para describir el comportamiento de las mujeres embarazadas que reducían las calorías y hacían más ejercicio en un esfuerzo por controlar el aumento de peso propio de la gestación. La revista oficial American Dietetic Association (JADA) publicó en junio de 2009 un análisis con el fin de desvelar si este término nacía como fruto de una invención por parte de los medios de comunicación o de una preocupación popular real. Según el estudio, los expertos entrevistados no creían que fuera una preocupación creciente en Estados Unidos, aunque no negaban la inquietud de muchas mujeres por su aumento de peso y su imagen corporal durante el embarazo. Sugerían también que los rumores sobre la pregorexia podían ser una vía para los profesionales de la salud hacia un mejor asesoramiento dietético a las mujeres embarazadas, con información más clara sobre las necesidades energéticas, el aumento de peso, las elecciones alimentarias más saludables, y la insistencia de que lograr un peso saludable antes y durante el embarazo es apropiado para reducir al mínimo las complicaciones para la madre y el niño.
         Otro trastorno sin dilucidar es el denominado síndrome del comedor nocturno (night eating syndrome). Las personas que lo sufren coinciden en una serie de conductas: inapetencia durante la mañana, apenas comen en la primera mitad del día, y fuerte apetito en la segunda parte de la jornada. Esto les conduce a comer demasiado en la cena y en el transcurso de la noche. A estos síntomas se suman otros como el insomnio y los frecuentes despertares nocturnos, acompañados por la sensación de tener mucha hambre y la necesidad irrefrenable de comer. Así se consolida el círculo vicioso.
        A diferencia de la bulimia o del trastorno por atracón, en este caso la ingesta de alimentos, aunque se hace en repetidas ocasiones durante toda la noche, consiste en pequeños tentempiés, más que en un atracón o una comilona. Primero unos biscotes con quesito, después unas galletas, luego un vaso de leche, más tarde un trozo de chocolate... La suma de los distintos aperitivos, según han constatado diversos estudios, puede suponer 600 cal diarias de más. Cerca de la mitad de los pacientes diagnosticados con este síndrome registraban un peso normal antes de sufrir este desorden alimentario, lo que induce a pensar que este trastorno condiciona y/o favorece la aparición de la obesidad. De hecho, se observa en un elevado porcentaje de personas obesas.

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