Utilizar la tele como aliado para lograr que niños y adolescentes coman no es buena idea. Es un recurso tramposo que reduce la alimentación a un papel secundario y fomenta hábitos poco saludables. Un estudio de la Universidad de Illinois (EE.UU.) asegura que la ingesta ante la pequeña pantalla, en el sofá del salón o en la mesa, favorece el incremento de la cantidad de comida y la reducción de su calidad.
-Descontrol de cantidad y calidad
El momento de desayunar, comer, merendar y cenar puede resultar difícil, provocar estrés e, incluso, motivar peleas familiares. A menudo, estas situaciones son inevitables porque, como en toda adquisición de buenos hábitos, a comer se enseña y se aprende, una tarea que no es fácil. Comer bien, sano, es consecuencia de una buena educación y de cumplir con una serie de normas. Desterrar la tele es una. Y a tenor de las últimas investigaciones, una de las más básicas. Alimentarse de manera inconsciente, mientras se presta poca atención y poco gusto por la actividad en sí, lleva a los adultos, niños y adolescentes a comer más y peor. En conclusión: es más sano y más sabroso no compatibilizar la comida con la televisión. Alimentarse es algo serio a lo que conviene prestar toda la atención.
-La publicidad influye:
Al peligro de ahondar en el sedentarismo si se tiene el mal hábito de ver durante muchas horas la televisión, se suma el riesgo de convertirse en un objetivo fácil para la publicidad, que se revela insana.
De la publicidad que pueden ver los niños y adolescentes mientras comen y miran la tele, casi la mitad de los anuncios relacionados con alimentos no se pueden incluir en una dieta saludable. Es más, "predominan los anuncios de productos con demasiados azúcares y grasas, mientras que brillan por su ausencia los de verduras y frutas". En consecuencia, a los jóvenes televidentes les llega una información incoherente con los mensajes que el adulto, quien le procura la comida, le quiere transmitir. No considera atractiva la comida que tiene en el plato.
Juan Madrid, experto especialista en endocrinología y nutrición del hospital Virgen de la Arrixaca de Murcia, publicó un libro titulado "Conoce la verdad de los alimentos anunciados en TV, tú puedes". El manual evidencia que, en ocasiones, las personas se dejan influenciar demasiado por los anuncios televisivos, que se venden muchos alimentos con promesas de una vida más sana y feliz si se consumen o que ayudarán a adelgazar o a tener más energía.
-Fomento del sedentarismo:
Comer es una actividad necesaria, gratificante y primaria. Supeditarla a hacerlo delante de la televisión la reduce a una acción secundaria y accidental. Lleva a tomar distancia con la alimentación y a perder conciencia de su importancia. Es comprensible e inevitable que, en ocasiones, los padres se ayuden de la televisión -o de un reproductor de imágenes- para lograr que los hijos coman, que premien un buen comportamiento y permitan ver los dibujos durante la cena o que dejen a los niños delante de la tele para que los adultos puedan disfrutar de una comida.
Estas actuaciones son naturales. Pero hay que estar alerta y ser conscientes de que comer y ver la tele a la vez es un mal hábito, una mala costumbre. Lo es, entre otras razones ya citadas, porque comer no es una actividad lúdica para momentos de ocio. Si se contempla así, se establece como hábito pasivo: "me dejo alimentar sin prestar atención a qué hago porque mi interés está ajeno a ese acto", "no interactúo en un proceso importante como es mi nutrición".
En definitiva, aunque en principio ayudarse de la tele para introducir alimentos en la boca o en la dieta pueda parecer más fácil, a la postre es un truco que esclaviza y los malos hábitos son muy difíciles de erradicar.
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