"La falta de un patrón regular en los horarios de comidas favorece la obesidad y el riesgo cardiovascular"
Mediante nuestros hábitos de vida o nuestra alimentación somos capaces de interactuar con nuestros genes y provocar que estos se expresen o no. Si impulsamos la expresión de los genes protectores para la salud y que se apaguen o no lleguen a expresarse los genes que son dañinos, habremos logrado un hito.
¿Lo determinaba el gen?
En la revista científica "American Journal of Clinical Nutrition" se ha publicado que esas asociaciones sólo se desarrollan si el individuo come mal. Es decir, los individuos con un alto contenido de grasas saturadas (bollería industrial, embutidos, etc.) en su dieta y baja ingesta de aceite de oliva fueron quienes engordaron al desarrollar polimorfismo, o tuvieron obesidad abdominal o alteraciones de la glucosa. Sin embargo, las personas que comían con un contenido en aceite de oliva (ácido oleico) superior a la media, a pesar de la variante génica, no estaban más obesos, ni tenían mayor riesgo de resistencia al metabolismo de la glucosa.
Todo apunta a la idea de que en el funcionamiento del tejido adiposo hay horas. Esto podría indicar que el exceso de grasa en el organismo humano, es decir, el sobrepeso y la obesidad, no sólo se asocian con qué comemos, sino también con cuándo lo hacemos. Podría suceder que comer a ciertas horas favoreciera una mayor acumulación de grasa.
Sabemos que la alimentación es, junto con la luz, el sincronizador externo más importante de los ritmos circadianos de nuestro organismo. Los humanos comemos, en general, a las mismas horas. Recientes estudios han demostrado que la falta de un patrón regular en los horarios de comidas favorece la obesidad y el riesgo cardiovascular. Si picamos continuamente o alteramos los ritmos de comidas, la información que recibe el organismo es confusa y los ritmos circadianos internos se alteran y causan cambios importantes en nuestro metabolismo, en nuestra ingesta y en el peso. Sabemos que es importante qué se come, pero también seguir una cierta regularidad en las comidas.
Si el individuo es obeso, polimorfismos que en principio eran protectores frente a riesgo de enfermedades metabólicas como cánceres o el infarto de miocardio, se adormecen con el exceso de peso y pierden sus capacidades protectoras. El mensaje es positivo: hemos desechado que somos consecuencia de nuestros genes. Hoy, gracias a las nutriómicas, modulamos nuestros genes con nuestras decisiones, en la vida y en la alimentación. Se ha comprobado una respuesta distinta a la dieta según los polimorfismos o las variantes genéticas de cada individuo, entre ellos el gen "clock".
"Modulamos nuestros genes con las decisiones que tomamos en nuestros hábitos de vida y de alimentación"El objetivo de la investigación fue examinar diferentes polimorfismos del gen reloj "clock" y su posible asociación con la obesidad de los individuos, la ingesta de energía y grasa y diferentes factores de calidad de sueño en el ser humano. Los resultados mostraron que, de los cinco polimorfismos estudiados, tres se asociaron con la obesidad y la ingesta. Los individuos portadores de la variante génica comían más, dormían menos e ingerían más grasa. Estaban más obesos y, en particular, tenían una mayor obesidad abdominal, caracterizada por ser la de mayor riesgo metabólico.
¿Lo determinaba el gen?
En la revista científica "American Journal of Clinical Nutrition" se ha publicado que esas asociaciones sólo se desarrollan si el individuo come mal. Es decir, los individuos con un alto contenido de grasas saturadas (bollería industrial, embutidos, etc.) en su dieta y baja ingesta de aceite de oliva fueron quienes engordaron al desarrollar polimorfismo, o tuvieron obesidad abdominal o alteraciones de la glucosa. Sin embargo, las personas que comían con un contenido en aceite de oliva (ácido oleico) superior a la media, a pesar de la variante génica, no estaban más obesos, ni tenían mayor riesgo de resistencia al metabolismo de la glucosa.
La conclusión es interesante. Se podría decir que con una buena alimentación somos capaces de revertir los efectos perjudiciales de ciertos polimorfismos génicos.
Se planteó la duda de si los resultados se podrían replicar en una muestra española mediterránea, por lo que analizamos el ADN de 500 pacientes del Método Garaulet -derivado de la dieta mediterránea-. Cuando analizamos los mismos polimorfismos del gen "clock", antes estudiados en la población norteamericana, comprobamos que, de nuevo, los pacientes portadores del alelo menor del gen "clock" tenían un mayor grado de obesidad y, en particular, de obesidad abdominal. También constatamos, todavía más interesante, que estos pacientes con el polimorfismo (30% de la población estudiada) perdían peso con mayor dificultad durante las 30 semanas de tratamiento dietético. ¿Se puede decir que tenemos un reloj biológico que marca el efecto de los alimentos?
Los humanos tenemos en nuestro cerebro una región denominada "núcleo supraquiasmático". Se localiza encima del quiasma óptico y es capaz de poner en hora nuestro organismo, es nuestro reloj central. En él se expresan una serie de genes que dan lugar a proteínas que ponen en marcha el reloj central. Estos genes, llamados genes reloj, forman dímeros y, así, se dividen en dos grupos: unos que activan este reloj central, como el "bmal1" y el "clock", y otros que lo desactivan o deceleran, como son la pareja "per" y "cry". La expresión y traducción de estos genes en proteínas tiene un ritmo circadiano, es decir, de 24 horas. Hay unos 12 genes reloj que están en constante funcionamiento en el cerebro humano. ¿Cómo han llegado a obtener estos resultados?
La ciencia ha probado el funcionamiento de diferentes relojes periféricos en distintos tejidos. Recientes descubrimientos confirman que el corazón, el hígado y el páncreas tienen relojes periféricos que funcionan de manera autónoma, aunque el reloj central es capaz de modularlos. Un equipo español de investigación ha sido pionero en demostrar que el tejido adiposo humano también dispone de un reloj circadiano interno, lo que tiene gran relevancia en la relación entre obesidad y cronobiología. Los resultados obtenidos en cultivos de tejido adiposo humano han demostrado que la grasa humana expresa genes reloj, que además fluctúan a lo largo de 24 horas y que parecen ser capaces de regular y poner en hora a otros genes importantes del metabolismo adiposo. Esto podría explicar cómo está contraindicado para un individuo comer determinados alimentos si quiere tratar su trastorno.
¿El consumo de pan, un alimento muy consumido en nuestro país, tendría un mayor rendimiento energético en unas personas que en otras?
Se sabe ya que un nutriente tan señalado como la glucosa, que se halla básicamente en alimentos del grupo del pan, se absorbe y metaboliza mejor por la mañana que por la noche, lo que puede tener consecuencias metabólicas importantes en el individuo. Otro ritmo circadiano muy conocido es el de los corticoides. Estas hormonas, que ayudan a activarnos, también aumentan el apetito y sus concentraciones son mayores por la mañana para ayudarnos a enfrentamos a la actividad matutina. Por la noche, en cambio, los corticoides disminuyen para permitirnos dormir con tranquilidad. Cuando hay alguna alteración en estos ritmos, como en situaciones de estrés o en trabajos a turnos, la fisiología del individuo se modifica, se altera su sueño, su ingesta y se ha descrito que en estas circunstancias el individuo suele engordar. ¿Se entiende que hay un momento óptimo para comer?
Es conocido que retrasar la comida hacia la noche no es adecuado y que, sin embargo, es más aconsejable tomar un elevado contenido calórico en el desayuno, por la mañana. Nuestras hormonas y enzimas tienen horarios fisiológicos marcados por nuestro reloj interno. Si comemos a deshora, no tendremos sincronizadas nuestras hormonas y enzimas fisiológicas con nuestra ingesta, esto puede llevar a una situación de "lipotoxicidad", es decir, que el exceso de energía que tomemos tenga más efectos negativos sobre nuestro organismo porque se acumule en zonas indeseables, como hígado o páncreas, o que se dificulte su oxidación. Entonces, la diferencia entre la ganancia y la pérdida de peso está determinada en parte por el momento del día en que se come, más allá del valor energético de la propia comida.
Aunque el valor energético es lo más importante, el momento de ingesta puede condicionar que los alimentos se acumulen más o menos o tengan una mayor o menor lipotoxicidad, aunque todavía falta mucha investigación en este sentido.Sabemos que la alimentación es, junto con la luz, el sincronizador externo más importante de los ritmos circadianos de nuestro organismo. Los humanos comemos, en general, a las mismas horas. Recientes estudios han demostrado que la falta de un patrón regular en los horarios de comidas favorece la obesidad y el riesgo cardiovascular. Si picamos continuamente o alteramos los ritmos de comidas, la información que recibe el organismo es confusa y los ritmos circadianos internos se alteran y causan cambios importantes en nuestro metabolismo, en nuestra ingesta y en el peso. Sabemos que es importante qué se come, pero también seguir una cierta regularidad en las comidas.
Diversos estudios sobre la tolerancia a la glucosa y la actividad de la insulina en el organismo humano demuestran una mayor sensibilidad de las células a la insulina y una mayor actividad de esta hormona durante el día. Ante estos resultados, ¿en condiciones normales el organismo metabolizará mejor durante el día los nutrientes energéticos, como los carbohidratos que precisan insulina? ¿De ahí la importancia de un desayuno completo y un almuerzo o comida consistente?
La insulina tiene horarios y esto lo saben muy bien los pacientes con diabetes. Por la mañana, sobre las diez, nuestro tejido adiposo es capaz de producir altas cantidades de una proteína llamada "adiponectina", considerada un ángel de la guarda, ya que nos protege frente a la resistencia a la insulina. Cuando la cantidad de adiponectina es elevada, la insulina funciona mejor y, en parte, es por ello que durante la mañana tenemos una mejor tolerancia a los carbohidratos que por la noche.
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